Monday, June 05, 2006
El Rastreador de Jiro Taniguchi

En El Rastreador, Jiro Taniguchi regresa a las montañas que ya visitara en K2, La Cima de los Dioses o Perro Blanco. Esas montañas que, en Taniguchi, son algo más que montañas: son una metáfora de la propia vida.
“Algo olvidado en el Himalaya”.
Todos tenemos nuestro Himalaya. Nuestro propio Himalaya al que algún día tendremos que regresar. Nuestro Himalaya habitado por fantasmas del pasado que nos esperan: porque un día les dimos la espalda, porque les fallamos, porque les debemos algo.
El Rastreador es la historia de una deuda: es la historia de la montaña que Shiga no ascendió y que deberá ascender ahora. Si entonces la rehuyó, ahora deberá afrontarla y encarar su particular Himalaya.
Megumi, la hija de Sakamoto ha desaparecido misteriosamente. Shiga la buscará hasta encontrarla. Se lo prometió. Se lo debe. Se lo debe a Nagumi y, aún más importante, se lo debe a sí mismo.
“Esto lo hago por mí”-dice Shiga-.
“Esto lo hago por mi”. Esta sentencia, probablemente la más importante de la obra, es crucial porque descifra, finalmente, lo más enigmático del relato: la mirada de Shiga. Esa mirada caída, ausente, ensimismada.
Una mirada opaca, retraída, carente de brillo, apagada. Shiga mira como un alpinista: metódico, frió, calculador. Probablemente no mira el mundo: lo procesa. Procesa el mundo para verse a sí mismo, para comprenderse, para medirse.
Medirse, claro. Shiga sabe que sólo somos aquello a lo que nos enfrentamos y que somos tan grandes como lo son nuestros retos.
Como un alpinista, Shiga busca huecos, grietas, aristas, desniveles. En la irregularidad del terreno está su oportunidad. En los obstáculos más insalvables está la posibilidad del éxito. En nuestra propia limitación está la fuerza que nos empuja a intentar lo imposible.
“Tú no podrás entender cómo se siente quien se queda esperando -le dice Yoriko- Pero el que va… estará muy contento”.
No deje escapar El viajero de la tundra. El japonés vuelve a reencontrarse con la naturaleza, en una simbiosis de superación y armonía excelentemente presentada, como es habitual en él. A años luz, pienso, de este El rastreador.
Un guion manido.
eso si,los dibujitos de este tio son siempre buenos,que limpito es....
habra que echar un ojo a ese viajero de la tundra.
De todos modos,tengo que reconocer que me gustan mas las historias urbanas de este hombre.
Aunque el caminante,(digamoslo ya) es un TRUÑO.
Máxime cuando lleva la concepción del microrelato, que tanto gusta a los fans de Tomine, mucho más lejos en cuanto a lirismo y concreción se refiere.
Del mismo modo si un Blog desaparece es porque tenia que desaparecer. No se trata de cobardias, ni de necesidad de reconocimiento, ni de cifras en un contador... Todo eso puede influir, pero si se creo es porque habia un espacio libre, y si desaparece es porque todo tiene un final en este mundo.
Lo que mas me ha jodido (disculpe) de la despedida, es que ni en eso la gente me entendiese y respetase... y me llamen cobarde o digan que he tirado la tohalla. Pero ya me voy acostumbrando. A todo se acostumbra uno.
Un abrazo y hasta siempre.
Tambien son maravillosos;el Ulises de joyce,Los irlandese de Houston,el Atom heart mother de los floyd...
Pero algo les une son ABURRIDAS.
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