Monday, February 27, 2006

 

Adrian Tomine y elipsis retórica

En algunas entradas anteriores hemos hablado de la importancia de la elipsis en el lenguaje del comic. Nos referíamos a ella como algo intrínseco y constitutivo del propio lenguaje de lo que se ha dado en llamar Arte secuencial. En efecto, no es posible el relato del comic sin elipsis: sin ese espacio entre viñetas, sin ese interrogante que rompe la cadena de las viñetas no existiría el comic: estaríamos hablando de animación. Desde este punto de vista podemos decir que el comic es esencialmente elíptico y podemos calificar a esta tipología de elipsis como “elipsis constitutiva”.

Existe, no obstante, otro tipo de elipsis que podemos denominar “elipsis de autor” o “elipsis retórica “. Esta sería la elipsis que viene a añadirse deliberadamente a la elipsis constitutiva.

Mientras que la elipsis constitutiva omite elementos irrelevantes y específicamente de transición (les podemos llamar elementos transitivos), la elipsis retórica se basa en una exclusión poética de determinados elementos. Yendo más lejos: la elipsis constitutiva omite elementos prescindibles mientras que la elipsis retórica omite elementos fundamentales del relato.

Veamos un ejemplo de elipsis retórica.

Tomemos Sonámbulo y otras historias, una magnífica selección de relatos cortos del californiano Adrian Tomine (acaba de ser publicado por La Cúpula). Relatos cortos y por lo tanto esencialmente limitados y sometidos a la necesidad de resolverse rápidamente.

Para superar esta evidente limitación de los relatos cortos, Tomine realiza una operación muy interesante: desplazar el foco de atención hacia lo que falta. Así, lo fundamental de los relatos de Tomine es lo que no está, lo que se calla, lo que se silencia. De esta manera, es precisamente la limitación del formato y del género del relato corto lo que otorga el significado a las piezas. El juego del norteamericano es brillante. Transforma esta limitación en el efecto poético principal de estos relatos. ¿Pero cómo lo consigue?

Lo consigue a partir de diferentes estrategias. La fórmula más recurrente (dejo las demás para otra ocasión) es la omisión de los sentimientos y de los pensamientos de los personajes. Éstos aparecen, se encuentran, se separan, esperan… pero no sienten. En algunos de los relatos estos sentimientos se reservan al narrador, pero en otros ni siquiera éste manifiesta sus sentimientos. Así, se presentan como personajes opacos, poco transparentes: incompletos.

De esta manera Tomine logra un efecto frío de distanciamiento que, en algunos momentos, se vuelve inquietante y angustioso; pero lo más importante es que consigue arrastrar al lector hacia la incógnita, hacia el interrogante: lo que falta nos atrapa, lo que se omite nos conmueve y, sobretodo, nos invita a intentar completarlo.

Pero ¿por qué debemos completarlo? Precisamente porque "lo que falta" es lo más importante del relato: "lo que falta" es lo que explica lo que pasa.

Tomine, jugando de manera excepcional con la elipsis, nos obliga a pensar en las piezas del relato que se ocultan y nos impele a emprender un viaje que se vuelve dramático. Dramático porque, en realidad, no falta nada. Sonámbulo es sólo un relato y, fuera de lo que se narra, no hay nada.

¿Qué habrá pasado? – se pregunta el lector- ¿En qué estará pensando ese personaje?

En nada. En un relato sólo pasa lo que se cuenta. Lo que no se cuenta no existe, no ocurre. "Lo que falta" sólo puede entenderse como figura retórica y como efecto poético, nunca como ausencia.


Wednesday, February 15, 2006

 

El gato del rabino y el Ayin Tovah

Existe en el judaísmo un concepto que, traducido al castellano, sería algo así como el ojo benevolente. En hebreo, Ayin Tovah. Con este concepto se busca definir la mirada del hombre que mira el mundo con bondad, con piedad, con ternura y con benevolencia. Al que así mira, el judaísmo lo define como Jasid.

El Gato del Rabino es la historia de un Jasid.

Se entiende que “mirar” no sólo se refiere al hecho de ver o percibir lo que nos rodea; significa algo más profundo: mirar es la manera en que nos relacionamos con el mundo; la manera en que definimos los lazos que nos vinculan al mundo y a los demás.

Insisto: lazos que nos vinculan al mundo y a los demás. En este sentido, “mirar” es un viaje: un viaje hacia el Otro, un viaje que nos aproxima y nos acerca al Otro, al prójimo.

Se entiende ahora el título de este tercer volumen de El gato del Rabino de Joann Sfar: El Éxodo. Éxodo porque el rabino abandona su tierra natal para viajar a Paris. Pero, si se refiere sólo a esto, ¿por qué este comic no se llama simplemente "el viaje" o "viaje a Paris"?

Precisamente porque no es sólo un viaje, no es sólo un desplazamiento. El Éxodo del rabino no es un viaje a Paris: es un viaje hacia el Otro, es un viaje al corazón del Otro.

Y si se me permite, iré más lejos: el Éxodo del rabino implica que sólo a través de este viaje hacia el Otro, sólo a través de la relación con el Otro, se puede ser bondadoso y justo. Ese es el verdadero Éxodo, el verdadero camino hacia la libertad: el ser capaz de acercarnos al Otro.

En este sentido, este tercer volumen de El Gato del Rabino es un relato de encuentros del rabino con los Otros. Con su yerno, con otro rabino, con su sobrino, con su gato… Y en todos estos encuentros, el rabino se encuentra con el reto de comprenderles y de mirarles con el ojo benevolente.

Sólo así se explica el festín que se regala el rabino, comiendo alimentos que no son casher: no lo hace por placer ni por rebeldía. Intenta ponerse en el lugar del otro, del gentil o del judío que no cumple estríctamente con los preceptos marcados. Por eso creo que esa escena es tan tierna; porque no hay reproche en ella, ni odio, no resentimiento: hay un Éxodo del rabino que abandona por un momento aquello en lo que cree y se adentra en el Otro a través de la mirada benevolente.

“Bendito sea Padre Eterno que nos permite transgredir lo prohibido” dice el rabino cuando come cerdo, acogiéndose a la Ley que le autoriza a realizar ese viaje hacia el Otro.

Lo mismo ocurre en el maravilloso desenlace de la obra cuando el rabino regresa a su tierra. Dice en su sermón el rabino: "Si se puede ser feliz sin respetar la Torah, ¿por qué cansarse tanto aplicando todos estos preceptos que nos complican la vida? [...] Pues bien, no lo sé".

En su extraordinario Éxodo personal, el rabino llega incluso a plantearse las mismas dudas que puede tener el Otro: las dudas del gentil, las dudas del no-judío o del judío menos estricto.
Y aún así, a pesar de comprender las dudas del Otro, la visión del Otro, el rabino se muestra fiel a sus creencias y a su fe. En este sentido, el rabino actúa como un Jasid capaz de ver el mundo y de ver al Otro con la mirada benevolente.

Creo que en estos tiempos que corren, el judaísmo del rabino de Sfar puede servirnos de refugio ante tanto fanatismo e irracionalidad.

Sunday, February 05, 2006

 

Espesor narrativo y zoom en Carlos Giménez

Existe un tema muy interesante que no había tenido ocasión de tratar hasta hoy y que me vino a la mente recientemente al leer a Carlos Giménez. Es el tema de cómo el relato se construye por superposición de capas de significado.

Creo que podemos decir que no sólo existe la dimensión temporal o coyuntural del relato (la dimensión que definiría cuando se inicia el relato y cuando concluye), sino que tenemos que vernos con otra dimensión que podemos llamar estructural: esta dimensión vendría definida por el espesor del relato, es decir, por la capas de significado que configuran el texto narrativo.

La primera dimensión se basaría en la acumulación extensiva de acontecimientos; la segunda en su superposición.

Veamos un ejemplo para ilustrar esta hipótesis.

Pensemos en Barrio de Carlos Giménez y veamos las dos dimensiones, coyuntural y estructural, que hemos definido más arriba. La primera, la coyuntural incluiría el intervalo temporal que media entre la salida de Carlos de su reclusión en el Auxilio Social y la tortura de Bernardo a manos de la policía franquista. Entre el primer acontecimiento y el segundo, el tiempo transcurre. Otra cosa es que Giménez dote de un carácter circular a este paso del tiempo, para expresar un cierto dramatismo claustrofóbico y fatalista en la historia: Carlines es liberado del Auxilio Social para caer en una cárcel mayor más despiadada, más inhumana, más terrible: la España franquista.

Simultáneamente a esta dimensión temporal (el tiempo transcurre pese al efecto poético circular que dibuja Giménez) encontramos la dimensión estructural construida por dos capas de significado principales: la historia de la posguerra española y la historia de la infancia de Carlos. Dos relatos que avanzan paralelos y que, en momentos, se aproximan, se entrecruzan, se separan y se alejan configurando lo que podemos definir como el espesor del comic, el espesor de Barrio.

Desde este punto de vista podemos decir que la Historia de España funciona como paisaje de la historia de Carlos, como fondo, como con-texto. Y yendo más lejos, podríamos comparar el espesor de Barrio con un collage que se construye por capas. Sobre una capa general, la posguerra española, se inscribe un relato particular, más íntimo, más personal, el diario de Carlos, configurandose así un movimiento de lo general a lo particular. ¿Podemos llamar zoom a este movimiento? Creo que si. ¿Podemos decir que Giménez invita al lector a desplazarse permanentemente entre estos dos planos de lo general y lo particular? Creo que también.

Pensemos en otra obra de Giménez, Rambla Arriba Rambla Abajo, dónde este efecto se hace más evidente. Allí encontramos las dos mismas capas, el mismo espesor: la España de Franco y las tribulaciones de un dibujante en Barcelona. En términos narrativos podríamos decir que el dibujante se mueve "dentro" de la Historia de España; en términos de collage diríamos que se mueve "encima" de ella. Pero recurro a esta obra porque en ella se observa más claramente este efecto zoom que mueve y hace fluctuar al lector entre las dos capas que hemos definido. Pensemos en la primera viñeta: un primer plano (el graffiti de Franco Asesino) del que la cámara (la mirada del narrador) se va alejando abriendo el encuadre para enfocar a la gente que pasea por delante de ese graffiti. Es una imagen que visualiza este espesor narrativo del que estamos hablando, e invita al lector a moverse entre lo general (la Dictadura) y lo particular (las personas concretas que la viven). Movimiento necesario ya que lo particular es lo más importante en Rambla Arriba Rambla Abajo y Barrio (¿no es acaso este comic una autobiografía?). Pero precisamente porque lo particular se imbrica y se ancla en lo general, Giménez logra la identificación emocional y biográfica del lector con los protagonistas de Barrio. Precisamente porque lo particular en Barrio está tan condicionado y tan marcado por lo general, este particular se convierte en fenónemo cultural. ¿Qué es la cultura sino un repertorio de lugares comunes?

... y hoy como es domingo... ¡paella! -piensa Carlines-

Sin duda hay muy pocos artistas con esta capacidad para dotar de amplitud y de espesor al relato y con esta facilidad para utilizar este recorrido del zoom como hace Giménez. En este sentido no creo exagerar si digo que Barrio es uno de los mejores comics que se han escrito nunca.


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