Thursday, September 14, 2006

 

Elipsis y humor en Pétillon


En alguna ocasión hemos hablado de la elipsis como uno de los mecanismos retóricos a los que recurre el autor para implicar al lector en la obra. Efectivamente, la elipsis, principalmente la que encontramos en ese espacio entre dos viñetas consecutivas, funciona como tensión que exige ser resuelta. En este sentido, la elipsis en el cómic actúa como llamada al lector, como interpelación, como invitación a construir o reconstruir el sentido del relato. Sin elipsis, al lector sólo le quedaría aprobar o rechazar el argumento. Sin elipsis, el arte del cómic tendría una mera función estética.

Con algunas semejanzas con la elipsis, encontramos en el cómic otro mecanismo de participación del lector que resulta muy interesante de analizar: el humor. El humor funciona también como llamada. Sin la risa del lector, el humor fracasa en su esencia, se cortocircuita. El humor, el chiste, el gag, necesitan eco.

Existen diversos mecanismos humorísticos en el lenguaje del cómic. Me centraré en uno en concreto, muy utilizado por Pétillon, que podemos llamar desajuste y que requiere de la participación activa del lector para lograr los efectos narrativos buscados.

Podemos resumir diciendo que el desajuste se da cuando un personaje determinado se muestra incapaz de modificar sus planes para poder adaptarse a los cambios que ocurren a su alrededor.

Veamos un ejemplo sencillo de desajuste que encontramos en El Archivo Corso de Pétillon, Premio al Mejor Álbum en el Festival de Angoulême 2001.

En este cómic, el detective Jack Palmer tiene la misión de encontrar a Ange Leoni en una Córcega azotada por el terrorismo para entregarle un sobre. Al llegar a la isla, Palmer es secuestrado por un grupúsculo terrorista armado y encapuchado. Sin embargo, el detective no se muestra ni sorprendido ni atemorizado y se limita, de manera inaudita, a preguntar a los secuestradores si conocen a Ange Leoni.

Inconsciente del peligro, Palmer se mantiene fiel a su misión original, entregar una carta a Leoni, y se muestra incapaz de posponer o aplazar esa misión para solucionar un problema más grave y acuciante: su secuestro.

En este sentido Jack Palmer genera hilaridad porque se muestra mecánico y personifica un desajuste en la lógica normal de las reacciones.

Ahora bien, y aquí me gustaría detenerme, más allá del efecto humorístico, Pétillon recurre al desajuste para conseguir un efecto narrativo muy profundo y complejo.

Efectivamente, el desajuste convierte a Jack Palmer en un personaje neutral que ni valora ni juzga lo que ve a su alrededor. El desajuste lo silencia y le obliga a renunciar a su derecho a sorprenderse, a irritarse y a escandalizarse. En definitiva, la reacción le es negada. De esta manera Palmer deja de ser un actor y se convierte en una mera sombra que transita por la historia para que le sigamos y, gracias a su desplazamiento, podamos ser testigos de toda una serie de acontecimientos que se desarrollan. Esto me recuerda a algunas obras de Joe Sacco.

Creo que se puede decir que Palmer es un no-personaje que funciona como cebo para el lector. Aprendemos de Córcega porque seguimos a Palmer; aprendemos del Islam porque le seguimos (me refiero al El Caso del Velo del mismo Pétillon): el personaje es el hilo narrativo que nos permite conocer y ver diversas situaciones.

Pero aquí aparece lo más importante, lo verdaderamente genial en Pétillon: Palmer no reacciona porque cede la reacción al lector. Creo que podemos decir que, en todo desajuste se esconde un trasvase emocional y un trasvase de responsabilidad.

Me explico. Precisamente porque Palmer no juzga lo que ocurre a su alrededor, lo hacemos nosotros. En El Archivo Corso, Palmer no juzga el terrorismo. Simplemente permite que nosotros, los lectores, lo veamos. De esta manera nos cede la responsabilidad del juicio.

Como la elipsis, el desajuste se basa en la ausencia. En este caso en la ausencia de reacción. Pero no desaparece: simplemente se trasvasa y se desplaza al lector.

Si Palmer reaccionase, los lectores juzgaríamos su reacción. Desde el momento en que no reacciona, los lectores juzgamos la situación y rellenamos la ausencia de juicio de Palmer. Se observa que el desajuste es una atractiva estrategia de participación del lector en la obra humorística de Pétillon. De esta manera las risas que proferimos se convierten en denuncias veladas de aquello frente a lo que Palmer no reacciona.

Con Pétillon asistimos a la risa como denuncia, como condena. Y lo más importante: no es la denuncia del autor sino la del propio lector que irrumpe violentamente en la obra con una carcajada.

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