Monday, April 24, 2006

 

Exterior Noche: paisajes para una tragedia

Exterior Noche es una selección de seis relatos, de seis vivencias. O más bien diría que es una selección de seis paisajes; seis paisajes en los que ocurren cosas. Cosas que ocurren por la noche, en las calles, en el mar, durante las tormentas.

Seis paisajes exteriores, nocturnos, teñidos de sangre: seis paisajes para seis tragedias.

Tragedias que irrumpen en la narración y sacuden la atenta mirada del lector.

Parecería que son relatos de suspense. Nada más lejos de esto:

En Exterior Noche el suspense no existe. El suspense es barrido, eliminado de la trama puesto que desde las primeras páginas Gipi ya nos revela las claves para la interpretación de los relatos y nos anuncia su desenlace.

En Exterior Noche, el final está definido desde el principio. En este sentido, el lector no construye nada; ni siquiera reconstruye. Sólo puede recorrer un camino ya marcado, ya trazado, y enfrentarse a una tragedia anunciada, verbalizada, expresada.

Podemos preguntarnos ¿por qué Gipi nos desvela desde el principio la resolución de la trama? ¿Qué efecto expresivo busca con esta estrategia resolutiva?

Precisamente por el hecho de haber sido anunciada, la tragedia se vuelve más implacable ¿Hay algo más implacable que lo inevitable? ¿Hay algo más insoportable que lo inapelable?

Pero a parte de este efecto poético, hay otro punto interesante: el del peso del presente en la vida de los personajes y en el proceso de lectura del relato por parte del lector.

Gipi consigue atrapar al lector al obligarle a leer el presente de la narración, a vivir el pleno acontecimiento. Si ya conocemos el desenlace de la obra, entonces la predicción sobre cómo terminará el relato no tiene sentido. La obra deja de ser adivinanza, deja de ser una búsqueda de pistas, para recrearse en lo puramente narrado: la obra es lo que se narra en presente, la obra es el ahora.

Restitución del presente, protagonismo de lo que ocurre, de lo que pasa, de lo que se narra.

Esto tiene consecuencias interesantes en términos retóricos. En Exterior Noche, tanto los personajes como el lector conocen cómo terminará el relato, como concluirá la narración: y sin embargo eso no les condiciona. No les condiciona porque no pueden huir, porque no pueden modificar el desenlace: no pueden modificarlo precisamente porque está escrito. Así el presente es lo que se vive; pero también es lo que no se supera.

“Mira esta lluvia. Parece hecha a posta. […] Como para preparar una escena. Todo falso. Como en una escena con todo decidido” –dice alguien en uno de los relatos-

Los personajes de Gipi actúan sobre un guión prefijado y definido, pero lo más importante: esperan. Esperan un desenlace que ya conocen y por ello su vida cobra un pesado aire artificioso. La vida de los personajes es un simple paisaje en el que ocurren cosas; su vida es un mero decorado por el que pasan, por el que transitan, a la espera de lo inevitable.

En este sentido, el desenlace está permanentemente presente. El efecto es conmovedor. En cada viñeta, en cada escena, el desenlace ya se desliza furtivamente, a hurtadillas.

Pero si el desenlace de lo que está ocurriendo ya está escrito ¿podemos decir que el presente y el futuro son simultáneos? Sin duda. En un relato, en un cómic, es así.

“Yo ya lo había dicho. Les había avisado. Hace dieciséis páginas” –dice Gipi acerca de unos personajes que van a morir-

Sin duda, al margen de la poética del efecto, este punto abre una interesante reflexión sobre el lenguaje del cómic. Efectivamente, si el desenlace de la obra ya está en la mente del autor cuando la escribe, cuando la dibuja y cuando la despliega, entonces, el desarrollo narrativo no es más que un artificio. Es más, la obra puede verse incluso como una trampa. Los personajes están encerrados, condenados: son presas de una trampa retórica.

En Exterior Noche, Gipi parece querer darles una oportunidad a sus personajes. Les hace conscientes de lo que va a ocurrir, les autoriza a saber; pero la propia lógica del arte del cómic les condena a no poder actuar, a no poder hacer nada, a no poder ni siquiera decirse.

"Incluso las palabras no son nuestras -dice uno de los personajes- Nos las han puesto encima".

Sunday, April 02, 2006

 

Los Inocentes de Gipi, el imposible encuentro

“Soy sólo un tío al que ves de vez en cuando” dice Giuliano.

Podría decir “al que sólo ves de vez en cuando”. Pero no lo dice. Porque “de vez en cuando" puede ser mucho. “De vez en cuando” puede dejarte cicatrices profundas; “de vez en cuando", un desalmado puede arruinarte la vida.

Los Inocentes, publicado en castellano por Ediciones Sinsentido, es la historia de cuatro encuentros. Cuatro encuentros que ocurren de vez en cuando. Cuatro encuentros enlazados magistralmente por Gipi, seudónimo de Gianni Pacinotti, demostrando un conocimiento extraordinario del arte del comic y de su movimiento.

En Los Inocentes, Andrea quiere encontrarse con Giuliano, Giuliano con Valerio, y éste con un policía desaprensivo que le arruinó la vida.

Cuatro encuentros; cuatro fracasos. Cuatro encuentros fracasados porque llegan a destiempo, porque llegan tarde.

Porque al pasado siempre llegamos tarde. Las deudas contraídas prescriben y el pasado se desvanece dejándonos sólo las huellas de su paso. Arrugas y cicatrices son la prueba irrefutable de la imposibilidad de regresar a ese espacio que dejamos atrás.

Valerio quiere volver al pasado, vengarlo. Pero del pasado no queda ya nada. El pasado está vacío, como el chalecito de la playa en el que cree poder encontrar al policía para consumar su venganza. Pero el pasado es irrecuperable. Del pasado sólo queda el dolor.

“Valerio, es una casa vacía. No hay nadie” - le avisa Giuliano-

Se puede pensar el pasado a la manera de Marcel Proust o Scott Fitzgerald, pero no se puede habitar de nuevo. El pasado es una casa vacía. En el pasado sólo habitan fantasmas.

En este sentido, Los Inocentes de Gipi plantea un tema esencial: ¿Cómo convivir con el pasado? ¿Cómo soportar la memoria?

“No vamos a contarle la verdad. Le contaremos algo distinto. Le decimos que este amigo tuyo, con el tiempo, se ha convertido en arquitecto famoso” - dice Andrea-

“No vamos a contarle la verdad”. Parece que, para Los inocentes, la mentira es la única manera de soportar el pasado. El pasado, para superarse, debe ser reconstruido, filtrado, extirpando los momentos trágicos y renunciando a su verdad.

A Los Inocentes sólo les queda la mentira para seguir adelante, agachar la cabeza y silenciar la palabra. Quizá la mentira, el olvido deliberado sea la única manera de recuperar la dignidad. Mirar al mundo como si no hubiese pasado nada y mirarse a los ojos, entre ellos, con la complicidad del silencio que se comparte y de la verdad que se calla.

"Le diremos que tenía dos niños como yo, y que he jugado toda la tarde con ellos en su jardín".


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