Monday, January 30, 2006

 

Confesiones de Hornschemeier y Ahn Do-Hyun

Cualquier texto narrativo requiere de la presencia de un autor, un narrador, un protagonista y un lector. Parece un número reducido de agentes narrativos y, sin embargo, las relaciones que se establecen entre ellos, lejos de ser simples, son extremadamente complejas.

En la mayoría de comics, estos 4 papeles son encarnados por agentes diferentes y claramente diferenciados; pero en algunas ocasiones, éstos se confunden deliberadamente para producir efectos poéticos especialmente expresivos. Es el caso de dos comics maravillosos: Madre vuelve a casa de Paul Hornschemeier y Tallarines Tchajang, adaptación de la novela de Ahn Do-Hyun por Chi Kyu-Sok y Byun Ki-Hyun.

Estas dos historias comparten un planteamiento narrativo común: el autor recurre a un narrador para narrar sus propias vivencias y reconstruir su propio pasado. Esto no supone ninguna novedad, es cierto; es la estructura de cualquier relato autobiográfico en el que autor y narrador representan a la misma persona. Por ello, porque ambos son la misma persona, las novelas autobiográficas desplazan al narrador fuera de la obra, lo eliminan, porque no es necesario. En efecto, en estas novelas, el autor habla directamente al lector sin intermediarios, sin narradores.

Sin embargo, en el caso de estos dos comics, pese a que autor y narrador representan a la misma persona, éstos no se solapan y el narrador no es excluido del relato: son necesarios los dos. Mi hipótesis es que ésta es una novedad esencial con respecto a la estructura clásica de las novelas autobiográficas.

¿Cómo y por qué ocurre esto? Intentaré explicarlo.

Es cierto que en estos dos comics, narrador y autor son la misma persona: pero son la misma persona en "diferentes momentos de la vida". En ambos relatos, el autor representa el presente (entendiendo el presente como el momento en el que se escribe el relato) y el narrador representa el pasado (entendiendo el pasado como el momento en el que se desarrollan los acontecimientos). Pero este elemento no es un puro formalismo. Al contrario, esta aproximación narrativa permite que se desplieguen enormes posibilidades poéticas y expresivas derivadas de un doble movimiento: miradas que, desde el presente, revisitan el pasado; y palabras que, desde el pasado, revelan aquello que el presente dejó atrás.

Este es un juego interesante porque dota a la narración de una dolorosa honestidad. De hecho, este juego de miradas y palabras convierte el relato en una reflexión profundamente íntima que intenta encontrar aquel punto de la vida a partir del cual ya nada vuelve a ser igual. En este sentido, más que una narración, este modelo de relato se asemeja a una confesión personal, a un viaje en el tiempo en búsqueda de sentido, en búsqueda de aquel acontecimiento pasado que truncó la apacible felicidad de la infancia.

En ambos comics se repite la misma estructura: un hecho terrible irrumpe en el suave devenir de la infancia de una manera tan traumática que los jóvenes protagonistas no encuentran otra salida que apartar la mirada y "cerrar los ojos" (fíjense sino en la careta de Madre vuelve a casa, y en las gafas de sol de Tallarines Tchajang). Pero iré más lejos: estos dos comics suponen la decisión de abrirlos de nuevo, de preguntarse el pasado, de repensarlo, de vivirlo de nuevo. Algo parecido podemos encontrar en Barrio Lejano de Taniguchi.

Desde este punto de vista, la estructura narrativa de estos relatos es comprensible. Aunque autor y narrador son la misma persona, estos dos comics no expulsan al narrador, a diferencia de lo que sucede en las autobiografías clásicas. Y no se le expulsa porque éste es necesario para que pueda tener lugar el diálogo y el encuentro entre el autor y él mismo; entre el hombre y el niño que fue; entre el presente y el pasado.

"Querría volver a ver tu rostro... al menos una vez" (Tallarines Tchajang)


Comments:
La mirada que el autor da al narrador y al personaje es un juego interesante que simula las preguntas que nos atormentan cuando empezamos a indagar por las razones de nuestra existencia.Cuando no sabemos si somos nosotros quienes hacemos nuestra vida,o si el libre albedri no es mas que un simple concepto tranquilizador,pero imposible.
 
Estoy de acuerdo. De hecho diría que son preguntas que lanza el autor para conocerse a si mismo. Y el único que puede responder a esas preguntas es él mismo cuando era joven. Por eso parecen diálogos entre el "yo ahora" y el "yo antes".
 
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