Tuesday, December 27, 2005

 

La ilusión de Overlain


Luís Durán tiene la extraña sensibilidad para mirar el mundo de otra manera. Con asombrosa habilidad descompone el mundo visible para hacer emerger una nueva dimensión sólo aprehensible a través de un nuevo lenguaje y de un nuevo modelo de pensamiento: el pensamiento mágico, el pensamiento salvaje.

“Diluvia está detrás de cada puerta que no abrimos” dice alguien en el relato. Ciertamente, Diluvia, el mundo de Durán se encuentra en los pliegos del lenguaje, en la sombra de las palabras, en los sueños.

En este sentido, las palabras, los cuentos, los relatos de Durán no buscan explicar el mundo; al contrario, buscan producirlo. Las palabras de “La ilusión de Overlain” están vivas, laten y al pronunciar el mundo, lo crean. ¿No sería pues Durán, como Rimbaud, un alquimista del verbo?

El autor nos invita a detenernos ante cada palabra, sondearla, atravesarla, escuchar su susurro; porque en Diluvia, las palabras derriban árboles y también, aferrándose a sus ramas, les dan vida: porque tienen alma, porque de ellas emana el cosmos, porque están en el origen del mundo.

Es cierto que esta “prosa del mundo”, como la definió Michel Foucault en "Las palabras y las cosas", tan profundamente Renacentista, será barrida en el siglo XVII introduciéndose el análisis allí donde reinaba la analogía: será la muerte de la metáfora como mecanismo para comprender el mundo; y será el fin de Diluvia.

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