Saturday, January 02, 2010
Arlerí, de Edmond Baudoin
Desnudo, el cuerpo de la modelo me recuerda a todas las mujeres de mi vida. La desnudez clara de tu cuerpo ilumina en ti todo lo que en otras he amado.
Thursday, December 03, 2009
Jamilti y otras historias de Israel, de Rutu Modan
Un terrorista de Hamas y una enfermera judía se besan bajo los escombros de un atentado. Tras el encuentro de esos labios rojos, carmín en los de ella, sangre en los de él, el terrorista expira murmurando “jamilti”.
Para ella es el último beso, el beso del adiós.
Para él, es el primero. Jamilti, hermosa mía en árabe; hermosa mujer que le da la bienvenida al reino de los cielos.
Podría parecer el momento álgido de una historia de amor; y quizá lo sea. Profundo alegato pacifista de Rutu Modan. Intenso, cruel, profundamente bello, Jamilti es el último relato del tomo, Jamilti y otras historias de Israel, que incluye 7 relatos cortos escritos por la dibujante israelí entre 1998 y 2003.
¿Qué puede llevar a Rama, una enfermera judía, a besar a un terrorista? ¿El perdón? ¿La compasión? ¿La venganza? No. El error. La enfermera desconoce la identidad del moribundo, le cree la víctima y se acerca para asistirle en sus últimos segundos de vida. Le mira, le siente y le besa.
Le arropa con un beso compasivo, triste y limpio. Un beso anónimo que despide y que señala todo aquello que ignoran el uno del otro. Un beso errado, disparado al azar a unos labios desconocidos y extraños. Quizás si olvidásemos quienes somos, podríamos amarnos de nuevo.
Bésame aunque no sepas nada de mí; o bésame a pesar de saberlo todo
Bésame aunque no me reconozcas; ámame aunque sea por error
Olvídate de quien soy si hace falta, y encuéntrame de nuevo
¿Acaso no es eso el perdón?
Rama besa a un hombre y, al hacerlo, le devuelve la humanidad que ha perdido. Besa lo bueno que hay en él y olvida sus crímenes. Sin duda es un beso fuera de contexto, en el que la enfermera ignora el desarrollo de los hechos y la autoría del atentado. Ella sólo encuentra un cuerpo en el suelo, agonizante y mutilado. Y le besa. Y precisamente al besarlo, nombra la inocencia que hay en él. Y le besa; como se besa al condenado, como se besa al exiliado, como se besa a la víctima.
El desenlace de Modan es arriesgado, lo sabe. El perdón no se regala sino que se otorga. El perdón restituye la equidad allí donde ha actuado el abuso, siempre que quien haya ofendido implore esta restitución. El perdón es siempre, y sólo, respuesta a un arrepentimiento profundo que se manifiesta en alto. ¿Puede este terrorista ser perdonado? Y ¿merece serlo?
Aquí es donde la autora israelí introduce un matiz relevante: el terrorista suicida se inmola en un atentado en el que él es la única víctima. Y eso le salva; no ante la enfermera sino ante el lector testimonio del relato. Rutu Modan decide que el terrorista no sea verdugo y víctima, sino solo víctima. Víctima de sí mismo, de su odio, de su propia barbarie. Despejada la escena de muertos sólo queda la inmolación, y con ella la posibilidad del perdón.
Porque Modan sabe que los muertos son los únicos que no pueden perdonar.
Thursday, July 16, 2009
La mirada del deseo en el comic erótico
En los comics eróticos, los personajes ni siquiera actúan: al contrario, posan y desfilan, a veces de manera mecánica, para adaptarse a la perspectiva de quién mira, de quién lee. Existe, pues, una jerarquía de la mirada en los relatos pornográficos.
Este artículo se publicó anteriormente en este mismo blog en diciembre del 2006
Friday, June 19, 2009
Mujeres de Yoshihiro Tatsumi
Y hay besos que se dan, que se entregan, que se ofrecen, y que, exhaustos, se rinden al deseo. Pero estos besos, a veces banales, a veces superfluos, tan alegres y ávidos, tienen memoria, tienen un pasado; un pasado que, a veces, arrastran pesadamente: un pasado oscuro, un pasado trágico.
Mujeres de Yoshihiro Tatsumi visita a través de seis maravillosos relatos, este oscuro pasado de los besos, y nos invita a reconstruir la genealogía bastarda del deseo .
Besos que inculpan, besos que reprochan, besos que chantajean, besos que agonizan. Los besos no siempre manifiestan el deseo, no siempre celebran el encuentro: los besos, a veces, anuncian el fracaso; y los orgasmos, a veces, lo culminan.
Tatsumi disecciona, con una narrativa contundente y precisa, la historia de seis fracasos, de seis desengaños, dibujando el momento en que más dramático se hace el abismo que irrumpe entre dos cuerpos: el momento del orgasmo.
En Mujeres, Tatsumi recorre seis orgasmos de hielo, orgasmos cansados y derrotados que atraviesan los cuerpos sordos, mudos y ausentes de seis mujeres. Porque es el cuerpo allí donde Tatsumi inscribe la tragedia: en los cuerpos sin eco que no retumban, que no laten.
Los orgasmos sórdidos de las Mujeres de Tatsumi, falsamente entregados, denotan así la ausencia, el vacío, la claudicación; pero esos orgasmos también se erigen en el último reducto de la dignidad, como en aquella prostituta que se niega a acostarse con el bombre que la abandonó tantos años atrás.
Porque el cuerpo recuerda, porque la piel tiene memoria y no olvida. Porque no es el cuerpo lo que más duele.
Artículo publicado anteriormente en este blog en julio de 2006
Wednesday, June 10, 2009
Adrian Tomine y elipsis retórica
Existe, no obstante, otro tipo de elipsis que podemos denominar “elipsis de autor” o “elipsis retórica “. Esta sería la elipsis que viene a añadirse deliberadamente a la elipsis constitutiva.
Mientras que la elipsis constitutiva omite elementos irrelevantes y específicamente de transición (les podemos llamar elementos transitivos), la elipsis retórica se basa en una exclusión poética de determinados elementos. Yendo más lejos: la elipsis constitutiva omite elementos prescindibles mientras que la elipsis retórica omite elementos fundamentales del relato.
Veamos un ejemplo de elipsis retórica.
Tomemos Sonámbulo y otras historias, una magnífica selección de relatos cortos del californiano Adrian Tomine (acaba de ser publicado por La Cúpula). Relatos cortos y por lo tanto esencialmente limitados y sometidos a la necesidad de resolverse rápidamente.
Para superar esta evidente limitación de los relatos cortos, Tomine realiza una operación muy interesante: desplazar el foco de atención hacia lo que falta. Así, lo fundamental de los relatos de Tomine es lo que no está, lo que se calla, lo que se silencia. De esta manera, es precisamente la limitación del formato y del género del relato corto lo que otorga el significado a las piezas. El juego del norteamericano es brillante. Transforma esta limitación en el efecto poético principal de estos relatos. ¿Pero cómo lo consigue?
Lo consigue a partir de diferentes estrategias. La fórmula más recurrente (dejo las demás para otra ocasión) es la omisión de los sentimientos y de los pensamientos de los personajes. Éstos aparecen, se encuentran, se separan, esperan… pero no sienten. En algunos de los relatos estos sentimientos se reservan al narrador, pero en otros ni siquiera éste manifiesta sus sentimientos. Así, se presentan como personajes opacos, poco transparentes: incompletos.
De esta manera Tomine logra un efecto frío de distanciamiento que, en algunos momentos, se vuelve inquietante y angustioso; pero lo más importante es que consigue arrastrar al lector hacia la incógnita, hacia el interrogante: lo que falta nos atrapa, lo que se omite nos conmueve y, sobretodo, nos invita a intentar completarlo.
Pero ¿por qué debemos completarlo? Precisamente porque "lo que falta" es lo más importante del relato: "lo que falta" es lo que explica lo que pasa.
Tomine, jugando de manera excepcional con la elipsis, nos obliga a pensar en las piezas del relato que se ocultan y nos impele a emprender un viaje que se vuelve dramático. Dramático porque, en realidad, no falta nada. Sonámbulo es sólo un relato y, fuera de lo que se narra, no hay nada.
¿Qué habrá pasado? – se pregunta el lector- ¿En qué estará pensando ese personaje?
En nada. En un relato sólo pasa lo que se cuenta. Lo que no se cuenta no existe, no ocurre. "Lo que falta" sólo puede entenderse como figura retórica y como efecto poético, nunca como ausencia.
Artículo publicado en este mismo blog en febrero de 2006
Tuesday, September 23, 2008
El hombre araña y el hombre elefante
¿Por qué no ocurre lo mismo con Spiderman? ¿Por qué no le encierran en un circo para que el público vea como trepa por las paredes y se cuelga del techo como una araña gigante?
Esto se debe a los géneros narrativos. Los géneros se basan en convenciones muy estrictas que definen el marco narrativo de las historias y las características de los personajes.
Spiderman pertenece al género de los superhéroes. Feria de Monstruos al género de terror; y en estos dos géneros, las mutaciones biológicas tienen consecuencias muy diferentes, incluso antagónicas.
Las características extraordinarias de Spiderman son las que le hacen ser un superhéroe. Sin embargo, en los comics de terror, las características extraordinarias condenan a la burla y al destierro a quienes las tienen.
La Mujer-rana o el Niño-pájaro, de Feria de Monstruos, han heredado de la rana y el pájaro su aspecto. Y esta herencia les estigmatiza y les excluye: les hace ser monstruos. El Hombre-araña, al contrario, sólo hereda los poderes de la araña, no su apariencia.
Lo que Spiderman tiene de araña no es visible: su sentido arácnido, su fuerza, su adherencia… En efecto, Spiderman tiene las habilidades extraordinarias de las arañas pero no parece una de ellas. Eso le permite ser un superhéroe y no un monstruo.
De hecho, para parecer una araña, Peter Parker tiene que disfrazarse. En este sentido, su disfraz busca mostrar aquello que está oculto; su traje y su capucha están diseñados para expresar que Spiderman tiene los poderes de una araña.
El Hombre-elefante, en cambio, se pone una capucha para ocultar que parece un elefante. Esta es la diferencia esencial.
El mundo de los comics es injusto.
Friday, September 19, 2008
De Moisés a Superman
Podéis escuchar la entrevista íntegra que se emitió en el programa El trazo errante a través de este link.
La idea de la entrevista surgió a raiz del artículo que escribí para Zona Negativa hace unos meses, titulado "Los Superhéroes son judíos", y que podéis encontrar en este blog.
En esta entrevista me centro en los rastros de la cultura y de la religión judía que podemos encontrar en los comics de superhéroes; destaco la contribución del pensamiento judío al desarrollo de la cultura de masas; y finalmente recorro algunos comics "esencialmente judíos" como Maus de Art Spiegelman y Contrato con Dios de Will Eisner.
Wednesday, September 10, 2008
Super Ratón y los Superhéroes
Algunos dirán que no es un Superhéroe porque no es humano; pero tampoco es humano Superman.
Otros dirán que no hace falta ser humano pero que, al menos, debe ser antropomórfico. Entonces ¿Super-López es un Superhéroe?
Me temo que tampoco. La primera solución que se me ocurre es que no existen los Superhéroes. Es decir no existe una categoría de personajes que se pueda denominar “Superhéroe”.
Y pienso eso por la sencilla razón de que no existe nada que todos los superhéroes tengan en común. Ni nada que sólo tengan ellos. Es decir: no existen como categoría. Por ejemplo, Superman y Batman no tienen casi nada en común. Sin embargo, Superman y Super-Ratón tienen bastantes cosas en común.
La definición tradicional insiste en que los superhéroes son seres humanos dotados de poderes extraordinarios que luchan para defender el Bien. Pero todos sabemos que Batman no tiene superpoderes. Y Spirit, por ejemplo, también busca defender el Bien, y no es un Superhéroe. A veces, los llamados Superhéroes son tan diferentes entre ellos que resulta complicado llamarles de la misma manera a todos. Resulta difícil nombrarles igual.
Tomemos a Spiderman y a Batman. El primero adquiere de repente unos poderes y su reto es encontrar QUÉ hacer con ellos. Batman en cambio, tiene una misión desde el principio (vengar a sus padres) y se esfuerza en saber CÓMO puede adquirir unos poderes que le permitan enfrentarse al Mal y vengarse.
En este sentido, Spiderman es un poder en busca de ética. Batman es una ética en busca de poder. No pueden estar más lejos el uno del otro.
Entonces, si no existe una categoría homogénea de Superhéroes, ¿de qué hablamos cuando hablamos de Superhéroes?: personalmente creo que no hablamos de personajes ni de roles: hablamos de un género narrativo.
Super-Ratón no es un Superhéroe porque pertenece al género de humor, igual que Super- López. Es más, podemos decir que ambos representan una parodia del género de Superhéroes.
Pero ¿en qué consiste este género de los Superhéroes? La pregunta es complicada. Yo diría que el género requiere de la presencia de varios elementos simultáneos.
Por un lado se necesita un enfrentamiento entre dos fuerzas. Una fuerza de cambio representada por el villano, y otra conservadora que quiere mantener el statu quo, representada por el héroe. Esta tensión es imprescindible en cualquier comic de este género: sin villano no hay héroe.
Por lo general, el enfrentamiento se da entre un héroe y un villano con una fuerza equiparable. Esta igualdad garantiza que la lucha no se resuelva rápidamente sino que se alargue en el tiempo. Pero al mismo tiempo, ambos tienen una fuerza superior a la de los ciudadanos normales. Esto obedece a una estrategia retórica que busca convertir la lucha entre héroe y villano en una lucha entre el Bien y el Mal. En ese sentido, el Superhéroe siempre es metafórico.
Otro punto interesante es que este enfrentamiento se justifica porque el Superhéroe se erige en defensor de los ciudadanos. Este punto es importante. Podemos decir que el héroe actúa en representación de los intereses de los demás, no en el suyo propio: esto le convierte en un Justiciero más que en un Vengador.
Por lo general este enfrentamiento siempre lo gana el héroe. Sin embargo, la victoria nunca es definitiva sino temporal. Evidentemente esto garantiza la continuidad de la saga pero, a la vez, explicita la debilidad y la precariedad del Bien que está permanentemente amenazado por el Mal: el Bien se impone pero nunca vence.
Pero hay un punto fundamental que no quiero dejar de lado: el género de Superhéroes es el único género que hace creíbles todos estos elementos. Este género requiere de la complicidad de los lectores para que acepten estas convenciones narrativas; en cualquier otro género, un tipo disfrazado de Superman despertaría no solo incredulidad sino también hilaridad.
Sólo en el género de superhéroes está el héroe a salvo de las risas y de las burlas. El género de los Superhéroes se erige así en un metarelato autoconclusivo, con sus propias y particulares reglas.
En este sentido, creo que podemos decir que un Superhéroe no se define tanto por sus propias características esenciales sino por el contexto en el que se mueve: así, diría que es Superhéroe aquél héroe que aparece en un comic de Superhéroes.
Este artículo lo escribí hace unos meses para Zona Negativa
Sunday, September 07, 2008
Las gafas de Superman
Algunos dirán que las lleva para que no se le reconozca. Los que opinan así, consideran que sus gafas buscan ocultar algo, camuflar una identidad: sus gafas funcionarían como máscara.
Este argumento es poco realista. Unas gafas no tienen la capacidad de ocultar la identidad. Haced la prueba y poneos unas gafas mañana: todo el mundo os reconocerá.
Creo que las gafas de Kent no tienen la función de ocultar, despistar o engañar. Más que máscara diría que son disfraz.
La mayoría de los Superhéroes juegan también a ser Otro. Pensad en Superman, Spiderman o Batman.
Estos tres superhéroes tienen un elemento fundamental en común: la doble personalidad. Los tres transitan entre dos identidades paralelas: su identidad real y su identidad disfrazada, su alter ego.
Sin embargo, y aquí está lo importante, este tránsito no se da de la misma manera en los tres.
Bruce Wayne es un hombre normal que se disfraza de Batman. Peter Parker es otro hombre normal que se disfraza de Spiderman. Los dos coinciden en que son dos hombres normales que se disfrazan de superhéroes.
Habrá quien no esté de acuerdo con la hipótesis de que Batman y Spiderman son hombres normales que se disfrazan de superhéroes. O dicho de otra manera: quizá no comparta la idea de que son dos hombres normales y vulgares que se convierten en superhéroes al disfrazarse.
Pero fijaos en un detalle: tanto Spiderman como Batman sólo actúan como superhéroes cuando se disfrazan. En este sentido, el disfraz no sólo les identifica como superhéroes sino que les autoriza a serlo. Sin disfraz no hay poder.
Sin el disfraz, Batman y Spiderman son dos tipos normales. Superman, en cambio, requiere de su disfraz para ser normal: requiere de sus gafas. Por eso son tan importantes, porque son ellas las que le permiten jugar a ser normal.
En este sentido incluso iría más lejos; yo diría que las gafas de Clark Kent son la prueba irrefutable de que Superman es un Superhéroe.
Este artículo lo escribí hace unos meses para Zona Negativa.Friday, May 16, 2008
Erotismo y pornografía en el comic (Primera parte)
Desde este punto de vista, la diferencia se reduciría a un problema cuantitativo de corte matemático que parece demandar una medida de la pornograficidad, semejante al metro, al kilo o al grado Fahrenheit. Quizá éste último sería el más acertado: grados Fahrenheit que vienen a ilustrar las dilataciones y contracciones que experimenta el mercurio ante el calor.