Sunday, April 08, 2007
El narrador en el comic erótico

Existe además otro mecanismo interesante que me gustaría comentar y que es bastante recurrente en los cómics eróticos: este mecanismo es la ausencia de narrador.
Generalmente, el papel del narrador se orienta a contar al lector todo aquello que éste necesita saber para comprender el relato, y que no se narra en el relato mismo. Apuntes como “dos días después” o “mientras tanto”, son descripciones elementales que realiza el narrador para explicitar el paso del tiempo entre dos escenas o para indicar que ambas transcurren simultáneamente.
Sin embargo, si nos centramos en el cómic erótico, y concretamente en Milo Manara, vemos que el narrador no aparece en sus obras (o lo hace débilmente). Esta ausencia puede obedecer a varias causas.
La más evidente es que la mera presencia del narrador convierte la historia en relato: en algo que se le cuenta al lector más que en algo que el lector ve por sí mismo. En este sentido, la presencia del narrador desvela que lo que el lector ve es una reconstrucción y no una experiencia.
Otra causa, y creo que la principal, es que la presencia de un narrador violentaría la relación íntima que se establece entre el lector y los personajes del relato.
Sin narrador, se establece un diálogo visual entre el lector y los personajes; éstos saben que el lector está ahí, le miran y aprueban su mirada: le autorizan a mirar y posan para él. Se configura así una relación entre dos actores que se reconocen a través de un juego de miradas recíproco.
Sin embargo, la presencia del narrador cortocircuitaría esa relación y la bloquearía. El narrador, aunque no intervenga en el relato, está en el texto. Conoce detalles que el lector desconoce y, sin embargo, está fuera del relato. ¿Dónde está entonces?
Está entre los personajes del cómic y el lector. Está en algún sitio mirando y narrando: pero ni actuando ni participando en el relato. En este sentido, el narrador, cuando existe, parece violar la intimidad del lector y de los personajes: es un intruso. Un intruso que no se deja seducir por los personajes del relato; sólo le interesa el lector, sólo a él se dirige: sólo a él mira.
Para garantizar la relación íntima entre el lector y los personajes, la escena necesita ser despejada y el narrador desplazado fuera del texto. Desterrado.
Si se le mantiene en el relato, su papel solo puede ser entendido en términos de voyeurismo.