Sunday, February 18, 2007
Agujero Negro, de Charles Burns
Artificio en los personajes, en su enfermedad, en sus diálogos; incluso el amor que sienten es artificioso, sobreactuado, teatral.
“Te quiero y te querré siempre… pase lo que pase”, le confiesa Chris a Rob en la playa.
“Te quiero. Te querré siempre. Pase lo que pase”, le susurra también Keith a Eliza, en otro momento de la historia.
Es fácil de observar: en Agujero Negro, querer eternamente, a pesar de todo y de todos, es una obsesión. Obsesión por encontrar la salvación en el amor cuando todo lo demás se desmorona.
Y en esto precisamente reside la dramática vulnerabilidad de estos personajes: no saben que lo que se desmorona no es el mundo, sino ellos.
“Te querré siempre”.
¿Siempre? En Agujero Negro, “siempre” no existe. En la obra de Charles Burns, no hay futuro para Keith o Eliza; los personajes están acorralados y recluidos en un aquí y ahora asfixiante, claustrofóbico, sin escapatoria.
Fijaos en la obra. No hay adultos que jueguen un papel relevante en la narración. Simplemente transitan, pasan por allí, pero no interactúan con los personajes: los adultos son actores extraños. Representan aquello que los jóvenes de la historia no podrán ser nunca.
En Agujero Negro, la madurez no es la alternativa: el futuro no resuelve los problemas. Al contrario, el futuro es una amenaza: el futuro clausura, interrumpe y condena.
"¿Cómo hacer que se detenga el tiempo?", se pregunta Chris.
En los ojos de Chris, el amor no es un proyecto, sino un refugio. El lugar donde entregar unos últimos besos desesperados, antes de que todo termine y el último latido expire en un suspiro agónico.
“Te querré siempre”.
cuando siempre termina mañana?